Hoy, a pesar de parecer ser un día más, es EL día. Hace un mes que nos embarcamos en este reto solidario y ahora, 29 etapas después, nos enfrentamos a la última, a la más importante: la que nos lleva hasta Santiago de Compostela. Así que nos hemos levantado con energía, nos hemos preparado y arrancado, arropados por los muchos mensajes de ánimo que hemos recibido de tanta gente que nos ha acompañado en este viaje.
Hoy había un poco de niebla, pero ni siquiera nos ha importado. Hemos hecho una breve parada en un bar para sellar, hemos subido al monte Do Gozo (desde donde se ve la catedral) y hemos continuado adelante.
Había quedado con un peregrino para que él, desde mi móvil, nos grabase entrando a la plaza del Obradoiro, pero le hemos sacado bastante ventaja en la etapa, así que hemos tenido que buscar una alternativa. Menos mal que estaba Paula, como siempre, para echarnos un cable y arreglarnos el asunto. Ha contactado con unos chicos para que nos hicieran el favor.
Ha sido un momento muy emocionante, cuesta incluso explicarlo con palabras. Nos hemos ido encontrado con todos los peregrinos con los que, de una forma u otra, hemos compartido esta aventura. Sobre todo con ese grupo de italianos que conocimos hace ya algunas semanas, y que han sido todo un descubrimiento. Especial mención a Elena, que ha sido un pilar fundamental. Buena con los niños, nos ha ayudado muchísimo… Desde aquí, gracias de corazón.
Y, por fin, entramos en la plaza. Frente a nosotros, la catedral de Santiago de Compostela. Yo tirando del carro, Yago a mi lado, cogiéndome de la mano. Lola unos pasos más atrás, llevando la bici que tan bien ha manejado este mes, observándolo todo, recordando. Nos hemos abrazado con tanta gent, en un (casi) mar de lágrimas… y entonces ha aparecido mamá. ¿Sabéis ese momento de las películas cuando dos personas se reencuentran después de mucho tiempo, y corren el uno hacia el otro? Pues se queda pequeño frente a este momento.
Después de un rato charlando y poniéndonos al día, hemos recogido las cosas. Hemos desmontado la bici y el carro para mandarlo por correo a Logroño. La idea era ir a la misa de las 12, pero cuando hemos llegado… debían de haber unas 500 personas haciendo cola. Nos hemos puesto a esperar hasta que nos hemos enterado de que el aforo estaba completo y que toda esa gente estaba esperando para la misa de hora y media después. Así que hemos descartado la opción.
Hemos pasado el día en familia y hemos cenado con ese grupo de italianos del que tantísima pena nos ha dado despedirnos. Ha sido una tarde/noche bonita, pero triste al mismo tiempo, porque le estábamos diciendo adiós a personas que han sido muy importantes durante el camino. Ha sido duro para mí, pero sobre todo para los niños, y especialmente para Lola. Lo que está claro es que se lleva a personas que siempre recordará.
Después he quedado a tomarme unas cervezas con nuestros amigos los cordobeses, que han llegado también a Santiago. Una noche muy divertida, el broche final a una aventura que nos ha hecho muy felices. Ahora, toca asimilar todo lo que hemos vivido y, sobre todo, no olvidarnos de lo verdaderamente importante de este viaje: dar visibilidad y apoyar la investigación para que los niños con AME lleven una vida lo más feliz y fácil posible.