Un día más despertándonos a buen ritmo. Hemos preparado todo y, cuando íbamos a desayunar, hemos visto que los arroces con leche que compramos ayer estaban malos. Así que nada, hemos bajado al bar donde comimos y cenamos ayer también.
En el bar se comentaba que había dos caminos en la etapa Triacastela – Sarrià: uno corto y de dificultad baja, y otro largo de dificultad media. Lo he consensuado con Lola y hemos acordado que vamos por el corto, porque así llegamos pronto a casa y tenemos tiempo de descansar.
Nos hemos puesto a caminar, a caminar, a caminar… y al final hemos tirado por el camino largo. Pronto nos hemos dado cuenta de que muy poca gente coge ese camino y decide irse por el corto (¿por qué será?), porque no nos hemos encontrado prácticamente con nadie.
Pero bueno, hemos seguido adelante. Nos hemos encontrado con varias bajadas en las que he aprovechado para dejar caer un poco la silla porque a Yago le encanta esa sensación de velocidad. Me pedía que corriera más, a lo que yo le respondía que no. Entonces, me ha dicho: “Venga papá, como cuando no eras viejo y corrías”. Él sí que sabe cómo convencerme.
Un poco más adelante nos hemos encontrado con una madre uruguaya, que nos ha contado que ha hecho varios días del Camino con sus hijos y que ahora están de relax por la zona. Ha sido curioso, porque los niños estaban recogiendo moras, pero se las daban a su madre en vez de comérselas ellos. Al final, han empezado a recolectarlas también para nosotros. Cuando nos las han ofrecido, Yago ha dicho que no quería, pero yo se las he aceptado encantado y les he pedido que me las dejaran en la bandeja del carro. ¡Cuál ha sido mi sorpresa cuando, al ir a coger mis moras, me he dado cuenta de que no quedaban! Un ratón llamado Yago se las había comido…
En el último tramo nos hemos incorporado a la vía que comparten ambos caminos. Ahí ya hemos comenzado a ver caras conocidas. Y con eso y con todo, hemos entrado en Sarrià.
El piso en el que nos alojamos está bastante bien, pero nos hemos tenido que apañar como hemos podido porque no había jabón de manos, ni para la lavadora… pero bueno.
Hoy sí que nos ha dado tiempo a echarnos una siesta (muy merecida). Después nos hemos ido a dar una vuelta y hemos llegado hasta el río, donde hemos metido los pies un ratito. Allí nos hemos encontrado con una cuadrilla de italianos que nos han invitado a tomar un helado con ellos. Así que ahí hemos estado un rato hasta que Lola ha abierto su estudio de tatuajes y, rotulador en mano, ha pintado a todo aquel que se ha dejado. Desde aquí, grazie mille a tutti!
Poco más por hoy. Hemos vuelto a casa, hemos cenado algo y nos hemos ido a dormir. ¡Mañana será otro día!
Estamos deseando comenzar y compartir con todo el mundo nuestra experiencia; queremos ayudar a Fundame con la investigación, con los tratamientos y sobre todo con la visibilidad, que nadie se quede sin saber que esta enfermedad rara existe y todos los niños merecen vivir de la mejor manera posible.